... o vida y obra de la tribu del tofu, como gusten ustedes.

21 de agosto de 2010

El carné de la biblioteca

¡Qué frio! Me van a dar los siete males - Carmen (2 años), para estupefacción de media sección de congelados.

Buenas,

la semana pasada nos fuimos por la mañana a la biblioteca municipal, en una de las visitas más emocionantes de la corta pero intensa vida de Pablo. Tienen una sección sólo para libros de niños, con todos esos tomos que el libro digital nunca podrá sustituir (en tres años me comeré mis palabras con salsa de soja). Como les gustó tanto, sobretodo a Pablo, decidimos hacerle el carné de la biblioteca y coger unos libros para la semana que se quedaban con mi suegra los dos. Total, que le hicieron la foto y le dieron el carné. La cara se le desconfiguró y me miraba como diciéndome "¿No te das cuenta de cuan importante soy?", aunque cierto es que primero me preguntó que si era el carné de conducir, pero no quitemos mérito al logro. Tan contento se puso, que lo llevó a todos los sitios, y a todo incauto que le hacía caso, le enseñaba el susodicho, como si de un agente de la secreta se tratase. Qué maravillosa es la niñez con estas pequeñas cosas.

Hablando de pequeñas cosas, otro emocionante momento de la semana pasada fue la recolección de la almendra. Cuando nacieron los dos insurrectos estos que llamo hijos, plantamos un almendro para cada uno, pero le salían pocas almendras y un día desaparecían. Total, que el domingo bajé a ver como estaban los riegos y las almendras me miraron con cara lasciva. Ummm, llamé a mi ayudante preferido en materia almendril, y bajo con el saco de recolectar. No quiero decir la cantidad que cogimos, dado que me haría parecer prepotente, pero que tiemble Jijona y su turrón, que vamos a desestabilizar el mercado. Siete almendrazas como siete soles, que nos duraron lo que se dice tres segundos, si contamos que en la casa éramos ocho personas. Snifm, snif, tanto trabajo de un año para durar tan poco. Por cierto, Pablo trató de partir una con una piedra y casi la perdemos (la almedra, ni el el dedo ni la piedra).

Y llegó la semana de la libertad, que básicamente ha sido de ir todos los días a cenar por ahí, con exposiciones y centros alimentarios orientales. Adquirimos un "pollo vegetariano" congelado que hizo que el Santoku tuviera que esforzarse (medio milisegundo) para trocearlo. Ah, ¿que no os he hablado de Santoku? Ummmm, no se si contarlo, dado que es una historia con mucho filo, muhahahaha. Nada, nada, lo cuento, que se que os interesa mucho, je, je. Resulta que el otro día nos fuimos a una tienda, que no diremos que es el Corte Inglés por no hacerles publicidad, a por un cuchillo especial que cortase más que los que tengo actualmente. Y allí estaba Santoku, desafiante, insinuante, esperándome. Un flechazo, y eso que tenía otros por elegir, pero estas cosas te llegan muy adentro, jurjur. Total, que me he comprado un cuchillazo que me ha costado un dineral, pero que corta por intimidación. Tu lo pones encima del pimiento, y este se autocorta por no ser digno para semejante cuchillo.

Como iba diciendo, además del pollo ese vegetariano, volvimos a comprar gluten frito en lata, que está de muerte con la salsa esa picante. Realmente, a lo mejor lo bueno es la salsa, pero no nos la vamos a comer a cucharás, ¿no? Aunque mejor que nuestra visita a los supermercados orientales, fue que vimos una exposición de Robert Cappa (el de la foto del miliciano muriendo en la guerra civil española y el soldado desembarcando en Normandía) y subimos a la terraza del Círculo de Bellas Artes. Si nunca habéis ido, no se a qué esperáis, tanto a hacer fotos, como para ver Madrid desde arriba. Una pasada.

Otra cosa chula que nos ha pasado es ir a una pizzería llamada Pasta Nostra (que estaba vacía, qué pena para un negocio). Es una cadena, o por lo menos hay varios locales en Madrid. Las raciones de pasta son ENORMES y bastante bueno. Las pizzas son un poco finas, pero también grandes. Lo que iba a contar es que han cambiado la carta, y tienen la mayoría de los platos unos símbolos donde te dicen "Preferencia del chef", "Con cerdo", "Para celiacos", "100% vegetal". ¿Ein? ¿100% vegetal? Pozí, tienen mogollón (para lo que es el mundo real) de platos 100 vegetales. Además, si no te comes todo, te lo meten en un tupper para llevar. Y no demasiado caro.

Y eso es todo para un post que comenzó ayer por la mañana, mare mía que de interrupciones.

Besitos.

14 de agosto de 2010

Sábado por la mañana


¡Allá vamos, feria!! - Carmen demostrando ilusión por esas pequeñas cosas

Buenas,

la semana que empieza la llamamos la semana de la libertad, o la semana sin los peques. Cierto es que se tiene morriña de ellos, pero también es cierto que la vivimos de un modo tan intenso, que ni da tiempo. De todos modos, esta semana fuimos a un concierto de jazz a una conocida sala madrileña, y antes tratamos de cenar por la zona. Como diría Roy McClour (uno de los Simpsons que no se escribirá ni así) fuimos unos pardillos de primera, y nos metimos en un glamuroso bar. Con decir que tenían un servicio de micro trabajadores de limpieza, que el medio calabacín denominó "No le falta de ná, hasta cucarachas". Por lo menos las bravas estaban buenas, y entre lo que picaban y lo calientes que salieron, ahí no podía quedar ni medio germen. Por cierto, hablando del amor y de la amistad en la pareja, el medio calabacín se comió una y le pregunto "¿Queman?", y me responde entre lágrimas de emoción "No". Cagonmivida, quemaban como si las hubiera calentado Pedro Botero en las mismísimas calderas del infierno.

La semana pasada nos pasamos por una feria permanente que hay de ciencia, cuya principal particularidad es que es para que los niños toqueteen. Ni que decir tiene que Carmen enloqueció. En particular, lo que más le gustó era una palanca que si la levantabas, subían unos moldes de burbujas de jabón. Era para demostrar que las pompas utilizan el espacio óptimamente, y se ve que le marcó a mi peque, por que casi se queda con el mango para ella. En la foto del día, se ve a Carmen admirando de cerca una obra realizada con miles y miles de dados, todos del mismo tamaño y color. No confesaré si tenemos un dado de esos en casa y se ha quedado Einstein con una calva. Por cierto, un genio de su talla, ¿como ha pasado a la fama como un tipo con la lenguaza fuera?

Por cierto, dentro de la semana de la libre morriña, tenemos que pasar por un supermercado de esos chinos, dado que el gluten frito ese, con la salsa esa que comentaba el otro día, está de muerte. Desde luego, no es la opción más sana, pero está buenísimo. En dos días, nos hartaremos y se quedará en la alacena (no tenemos alacena, pero es tan bonita la palabra y pensar en tenerla ...) hasta que vuelva la moda o caduquen en el 2080 (nos vendrá bien en caso de invasión zombi).

Se acaba de levantar Carmen, y el despertar de los peques es un momentazo, dado que están más tiernos que la margarina al sol. Aquí la tengo comiéndose unas tostadas con aceite, que no es su desayuno, dando unos mordiscos que le va a arrancar un dedo al medio calabacín. Por cierto, ayer empezó "quiero jamón", y me recordó muchísimo a Ponyo, entre lo que se le parece y la frase esa. Le pregunto "¿Qué es el jamón?" y me dice "No lo se, quiero jamón". Muahahaha, a esta niña le ha hecho la boca un fraile. El asunto jamón se saldó con pan con tomate y sandwich de tofu, pero me hizo gracia.

Pues nada, después de pasar ayer por una extraña celebración toledana, llamada "Los gigantones", donde salen primero unos hombres disfrazados de mujeres y unas mujeres disfrazadas de mujeres hawaianas, con una carroza individual que no pasa por las estrechas calles, seguida de una banda de música, de cuatro gigantes con prisas y de otra banda de música, nos pasamos por la feria. Que como siempre, lo más divertido las cosas en las que haces algo, como las camas elásticas, o un castillo de Shreck que cerraba la boca comiéndose a los niños. Y hoy nos vamos a ir a la biblioteca municipal, que está en un emblemático edificio ("papá, quiero ver donde disparan las flechas"). Lo pasaremos de perillas, que se suele decir.

Besitos.

P.D: Poco tema verde, lo se, pero es que en verano .....

1 de agosto de 2010

Tarta de Santiadinosaurus


Si te ahogan las penas, no se las cuentes a tus amigos; que se rían de su p#t@ madre - Antonio Gamero, descanse en paz.

Buenas,

ayer tuvimos una mañana cocinera, primero hice un cocido, muy adecuado para los 40º a la sombra del exterior. Y después, para algarabía de los peques, un postrecito, que nos dejó esta divertida conversación:

Yo: Vamos a hacer una tarta de Santiago!
Pablo: ¿Es su cumpleaños?

Muhahahahahaha, por suerte no vino el susodicho Santiago a por ella, que tiene que estar en un estado deplorable. La receta la cogí del forovegetariano, de mi amiga Just, y como el Santiago ese no me patrocinaba, la decoramos con formas de dinosaurios que molan más. Me quedó un poco cruda y demasiado dulce, pero lo suficientemente bien como para animarme a hacer otra:

Tarta de Santiadinosaurus.
  • 250 gramos almendras picadas (o enteras y las picas tu, que hay que explicarlo todo)
  • 60 gramos de sirope de ágave (o 120 de azúcar, aunque este dato es una estimación, mejor el sirope)
  • 250 ml de agua.
  • 4 cucharaditas de no-egg (unos polvos que sustituyen al huevo, una maravilla, oiga).
  • 1 cucharadita de ralladura de limón.
  • 1 cucharadita de bicarbonato.
  • media cucharadita de vinagre de sidra o de manzana.
  • 1 pellizco de sal.
  • Azúcar picado o fructosa para decorar.
El misterio de esta tarta radica en usar las proporciones indicadas. Una mínima desviación, puede ser fatal, así que usar el termino "chorretón de sirope" como use yo.

Echamos todo en un bol, salvo las almedras picadas. Removemos hasta conseguir una pasta uniforme, y vamos añadiendo las almendras poco a poco sin dejar de remover. Cuando tengamos una masa compacta, vertemos sobre un recipiente para el horno. Es interesante que se use el famoso "papel de horno" para evitar que al sacarlo consigáis el efecto "desplome" y pase de tarta a revuelto de tarta.

En el horno lo tenemos entre 20 y 30 minutos (más los 30) a 180º. La tarta sube bastante, con lo que mejor que el recipiente sea algo profundo (que se vea el fondo sin necesidad de medirlo con una piedra y oyendo lo que tarda en volver el eco). Para saber si está, pinchamos con un cuchillo, si sale limpito, es que ya está, si no se clava, es que se ha quemado (o que la estás clavando en el horno), y si sale sucio, es que no está. Es importante no andar abriendo y cerrando el horno, que se escapa el gato, como dice el dichoso dicho. Ah, y espolvoreamos el azúcar picado sobre la tarta, con la plantilla de por medio. Si espolvoreamos con la tarta de por medio, quedará muy limpia la plantilla y toda la tarta como las montañas del Himalaya.

Delicious, que dicen estos malandrines y pillastres.

Después de hacer la tarta, nos fuimos a ver a mi madre, que parece ser que un vecino abusaba de su buena fe en cuanto a las nuevas tecnologías, y en especial a las redes inalámbricas. En lo que le daba matarile, sacaron la plastilina y estuvieron jugando. Al terminar, Pablo se dedicó a coger los trocitos pequeños (sin decir nada, a su rollo) y ponerlos en un cartón. Cuando terminó, se fue silenciosamente a la basura, y los tiró. Estoy sopesando una prueba de ADN, que estos no son mis genes, jajajajaja.

El día antes, fuimos a celebrar mi cumpleaños pasado y en el camino se reflejó esta conversación:

Carmen: Vamos a la pisci.
Mi madre: ¿A la pisci?
Carmen: Si, a la pisciría.

Lo mejor de todo esto es que estoy convencido que hace estas cosas para vacilarnos, dado que dice pizzería perfectamente (y pizza margarita).

Por cierto, ya encontré con qué comernos el gluten frito ese que compré en los chinos. En el Hipercor encontré una salsa de color marronaceo, que vale un congo, pero que al medio calabacín le gusta. Es con leche de coco y curry. Frió / coció unas verduras, sofrió el gluten, le echó la salsa y buenísimo con unos fideos chinos. De esos platos que se te cae la lagrima al ver que se va terminando. Tengo que echarle un ojo a las recetas de mi lector, el Senyor_X, que me quedan latas como para pasar una guerra (de menos de 100 años, a ser posible). Y es que cuando compro, compro de verdad. No soy de esos que compran una lata de algo, ¿por qué adquirir uno cuando puedo tener 10 y almacenarlos en las estanterías? Eso me pregunta el medio calabacín cuando descubre que podemos enharinar a medio salvaje Oeste, muahahahaha.

Y poco más que decir. Unicamente la desgracia de que mi frutero se ha ido de vacaciones, con lo que tendré que sucumbir a los placeres del Mercadona o del Carrefour. ¿Se sentirán así los médicos cuando hacen un tacto rectal? Me refiero al ponerte los guantes al coger la fruta, claro.

Besitos.

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