... o vida y obra de la tribu del tofu, como gusten ustedes.

16 de agosto de 2008

Pelotas gordas, gordas pelotas

Buenas,

un clásico de los finales de verano son las ferias de los pueblos, por lo menos los que yo frecuento. Ayer estuvimos en una de ellas, donde el grito de guerra, además de "Otro Pocoyó" era lo que gritaba sin cesar el de la ruleta "Pelotas gordas, gordas pelotas, ¡como tengo las pelotas!". Que sutileza y finura para referirse a que el producto estrella eran una pelota de futbol de dimensiones descomunales.


Los botijos

Pero no anticipemos acontecimiento, que por la mañana estuvimos en otra típica cosa del verano toledano, los botijos. Al parecer el 15 de agosto es el día de la virgen del Sagrario, y es típico ir a la catedral a ver a la virgen y beber agua de los botijos, llenos de agua de un pozo. Este año, además de dejar sólo una puerta abierta a la catedral y sacar los botijos a la calle me pasó una cosa de la que aún no doy crédito. ¡Vi a un señor robando un botijo! Perplejo me quedé al verle meter, con ayuda de una mujer, el botijo en una bolsa enorme junto con dos garrafas de agua de la Virgen. Yo no se si ese agua curará, pero seguro que la Virgen les manda unas almorranas gordas como melones de premio a su osadía. Luego me fijé que había seguridad vigilando que no se roben los botijos, con lo que al parecer es habitual eso del "robo del botijo". Spanish Deep o España Profunda.

Los "cacharritos"

Alejándonos del ambiente excesivamente piadoso, volvamos a la ruralidad ferial. Los que tengáis hijos sabréis que los horarios feriales se dividen en dos, con niños y con niños cansados y pesados. Nosotros fuimos a la primera hora, en la que los niños aún no están cansados ni pesados, y puedes disfrutar bien de ellos. Es la primera vez que Pablo se monta en las atracciones de la feria, y que pasada. Además, coincidimos con un primo suyo que tiene tres añitos, con lo que de la manita se recorrieron todo el recinto. Que si los caballitos, que si el camión de bomberos, que si el tren de la bruja. Una pasada, eso si, agotadísimos terminamos. En el plano anecdótico, me encantan los feriantes curtidos. Me encontré nada menos con el ejemplar de la derecha, que mientras recogía los tickets de los niños dando vueltas fumaba con la ceniza pegada al cigarro. Un grande. Yo me monté una vez con los dos y casi salgo vomitando.

La alimentación ferial vegetariana

El tema de comer en la feria para un vegetariano es surtido y diverso. Por un lado, el mundo del encurtido nos sonríe. Berenjenas en vinagrazo, banderillas de multiples sabores y colores, aceitunas de tamaño indecente y demás productos que sólo de pensarlo se me pone el estómago a bramar y el morro a salivar. Y eso que no como una guindilla en la feria ni de coña. Si nos interesa algo más calentito, otro universo se nos abre. Nada menos que el de las perdices (como dicen en Granada) o más concretamente las patatas gigantes asadas. Imagino que esto surgiría de un hortelano que sacó una cosecha de patatas enormes y dijo "¿Qué hago yo con patatas de dos kilos?". Si no, no me lo explico. La idea es una patata descomunal, abierto y aderezada originariamente con sal, pimienta y aceite. Ahora ya se versiona con infinidad de aderezos, todo lo que pueda salir de un bote de conservas. En concreto, mi amiga de la izquierda era de zanahoria, remolacha y maiz. Sutil mezcolanza de sabores. Siempre puedes comer también las tristes patatas fritas bañadas en ketchup, pero no es lo mismo, que decía la canción. Para terminar, ¿qué mejor que los típicos churros? Noté que a diferencia de las fiestas de mi pueblo, las de aquí no tienen unos churros que me encantan. Una especie de cilindro gordo, relleno de masa de chocolate, bañado en más chocolate y aderezado de pizquitas de chocolate. El colesterol sube sólo de mirarlo. Luego os pongo la foto de la triste churrería, en la que el churrero no se tomó bien mi foto.

Fauna y flora

Además de los feriantes propiamente dichos, como el fumador de los cochecitos, es divertido ver al personal. Cuanto más pueblo es el lugar donde se celebran las fiestas, más se engalana la gente y más te metes en el fregao. Y lo digo en serio. Ver a tanta gente que se ha vestido para la ocasión le da al evento una enjundia superior, y te siente dentro de una sinergia ferial sin parangón. Vivan las fiestas de los pueblos. Como muestra, dos botones. Primero una señora a la que no fotografié y creo que me arrepentiré toda la vida (más que del ladrón de botijos). La señora iba de riguroso luto, enjuta como un galgo y con el brazo en cabestrillo. En la mano buena, un enorme algodón de azucar que iba comiendo tan contenta. Cuando me vió, me devolvió la sonrisa con la que yo me presentaba. Pagaría por poder volver a hacerle la foto. Como muestra de los engalanamientos, y del colorido de las ferias, esta señora de la derecha. Por cierto, qué bonito es hacer fotos en las ferias, donde la cantidad de colores supera la paleta. Un lujo, que dicen aquellos.

Echando el cierre

Pues nada. La experiencia de la feria fue una pasada. Los peques se lo pasaron genial. Les regalaron una escoba del tren de la bruja, junto con un globo para defenderse de los envites de la susodicha, por otro lado un globo cebra con el que se está peleando ahora mismo, y para terminar, un coche con palo que les convirtió en el peligro número 1 de los tobillos de los paseantes. Nuestra pequeña Carmen, salvo un rato malo que pasó, disfrutó como una enana. Tantas luces, tantos olores, tantos sonidos, una sinfonía para los sentidos de un pequeño ser humano.

Lo único que no me gustaron fueron los caballitos pony, que pensaba que ya no existían. Pero bueno, no todo va a ser perfecto.

Y eso es todo, amigos. Hoy os dice adiós mi amigo Gómez el churrero:

Besitos.

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