Buenas,
tengo que reconocerlo, ver los programas de cocina, me pone. Es coger el cocinero de turno (Argiñano, Jose Andrés, etc) el cuchillo y cortar la cebolla y me sube desde la rabadilla hasta la base del cráneo una cosa que no se como explicar. Cortan las cebollas en lo que te cuentan un chiste (habitualmente malísimo) sin dejarse un dedo en el intento, mientras que yo tengo que respirar hondo para no echarle nada de carne (de porcino humano) al sofritillo. Siguen con las verduras, cortando en Juliana, trozos gordos, pelando, etc. Y yo miro la tele con la babilla que se me cae por la comisura, el estómago rugiendo y los ojos llorosos ante tanto arte culinario.
Luego sale la casquería fina, momento muy adecuado para secarme los ojos, echar una micción en el baño o abrirme una cervecita. Tras el momento gore, llega el momento de "cacharritos" que hace que los pelos de los brazos se me pongan como escarpias y que de mis pezones (varoniles pero hermosos) brote leche. Esa "lengua" que es una aparato para rebañar lo que queda en los boles y platos. Esas sartenes antiadherentes que ridiculizan las mías que el mango da hasta asco verlo. Esos medidores de temperatura del aceite, no como yo que tiro un cacho cebolla para ver si está entre los gritos de mi chica que siempre dice que está frio. Ese sin fin de aparatejos que no hacen sino acrecentar mi extasis culinario.
Y llegando al final, haciendome obtener un orgasmo cósmico, esos remates finales. Donde tu sirves directamente de la sartén al plato, con la misma cuchara de madera que has usado para remover, ellos sacan cazuelillas, bolecitos, platitos intermedios, etc. Esa cocina en la que caben nuestros pisos con terraza y todo, pulcros hasta el extremo, con agujeritos donde tiras la basura, trapitos que nunca se llena de mugre para sanear el cuchillo, esas encimeras que tanto sirven como para cortar, picar, apoyar, hacer el amor, para todo vamos. Y esas vitrocerámicas por la que se desliza la sarten y el cazo como si no llegasen a estar en contacto en ningún momento.
Y finalmente, haciendome comprobar que un hombre puede ser multiorgásmico, la presentación. Ese plato cuadrado donde se pone lo cocinado sobre un molde para adoptar las formas precisas, rodeando la salsita que se ha reducido durante todo el programa. Y esa ramita, habitualmente de perejil, que adorna y alegra la visión por partes iguales. Sublime.
Y si ya es como hoy, que ha salido un cocinero que contaba anécdotas tontísimas y tocaba todo con los dedos, pero que ha hecho una receta vegetariana (casi, que yo os voy a evitar el tema crustaceo) que me ha parecido curiosísima (aunque no he llegado al orgasmo ;-)
Salteado de verduras con salsa de tomate dulce
- Unas zanahorias.
- Un nabo.
- Dos calabacines.
- Habas.
- Medio vasito de miel.
- Medio vasito de salsa de soja.
- Una cebolla.
- Cinco tomates.
El salteado de verdutas lo ha hecho cortando las zanahorias, el nabo y los calabacines en tiras largas y gruesas. Ha puesto a cocer agua y ha echado las zanahorias y el nabo. Tras unos cinco minutos, ha añadido al agua los calabacines, y tres minutos después las habas. El objetivo es que las verduras queden al dente (a mi niña no le gustan así, pero a mí me encantan). Total, que ha escurrido las verduras y las ha puesto en un
¡¡¡bol con agua e hielos!!! al parecer para que dejen de cocer y se queden más sólidas. Tras un ratito de hielo, se escurre bien y se ponen en una sarten con un poquito de aceite para saltearlas. Se le da unos buenos meneones y ya tenemos el salteado. Si ya lo servimos con molde pues quedamos como Dios.
La salsa de tomate facilísima y con un aspecto buenísimo. Cortas las cebollas finitas, que ha hecho una demostración de como no cortarte que me ha hecho diluirme en el sofá, y las pone en la sartén (o cazuela que no se pegue) con aceite. Corta los tomates en ocho trozos cada uno y los añade a las cebollas medio fritas. Cuando todo esté bien frito, se pasa por el pasa-pures (o chino, dependiendo donde esteis cambia de nombre) y se deja apartado. Por otro lado, pone en una sartén con una gotitas de aceite la miel y acto seguido la salsa de soja. Deja que se reduzca a fuego no muy alto (esto lo añado yo, que sino la salsa de soja se pega) y se mezcla con el tomate.
Y voilá, ya tenemos un salteado barato y bueno (lo ha dicho él). Lo ha servido con las verduras en el centro y la salsa por los lados. Yo más bien lo hubiera hecho con una hogaza de pan y la salsa en un plato hondo ;-)
Besitos.